Andando el tiempo
Andando el tiempo
Los pies crecen y maduran
Andando el tiempo
Los hombres se miran en los espejos
Y no se ven
Andando el tiempo
Zapatos de cabritilla
Corriendo el tiempo
Zapatos de atleta
Cojeando el tiempo
Con errar de cada instante y no regresar
Alzando el dedo
Señalando
Apresurado
Es el tiempo y no tiene tiempo
No tengo tiempo
Mostrar la libreta
Todo en orden
Por aquí a la aventura silencio cerrado
Por allá a la descompuesta inmóvil móvil
Ya llega y tarda
Y se olvida
Por acá con boca falsa y palabras de otra hora
El pañuelo nuevo y pronto
Para el adiós
Adiós y no ha llegado
Ésta es la señal
El tiempo
Casi no es niño
Pero flor no es
Casi
Cuando está sobre un árbol
Se divisa el paisaje la estrella
Los zapatos
Osamentas de pescado
Y el ojo llena el horizonte
El tiempo
Aunque cojee y se hiera y se lamente
Prohibido
No te hagas tan silencio
La nube sabe de otro lugar
Son las escaleras que bajan
Porque nadie sube
Porque nadie muerde la nuca
Sino las flores
O los pies llagados
Andando y sangre de tiempo
Gotas de lluvia el torrente
La mano llega
Éste es su destino
Llegar el tiempo
Se devuelve y usted sabe más
Estaba junto al silencio
Estaba con ojos pequeños
La mano a lo desierto
El pie a lo ignorado
Indudable
Los huesos prestados podían ser míos
Si un leve signo no dijera
Y no decía
Alzada levantada
Me doy a tu más leve giro
Al amor de las pestañas
A lo no dicho
Vértigo
Te temía sin noche y sin día
Aunque no regreses
Por la marcha de mis huesos a otra noche
Por el silencio que se cae
O tu sexo
Emilio Adolfo Westphalen.
Las ínsulas extrañas, 1933.
La mañana alza el río
La mañana alza el río la cabellera
después la niebla la noche
el cielo los ojos
me miran los ojos del cielo
despertar sin vértebras sin estructura
la piel está en su eternidad
se suaviza hasta perderse en la memoria
existía no existía
por el camino de los ojos por el camino del cielo
qué tierno el estío llora en su boca
llueve gozo beatitud
el mar acerca su amor
teme la rosa el pie la piel
el mar aleja su amor
el mar
cuántas barcas
las olas dicen amor
la niebla otra vez otra barca
los remos el amor no se mueve
sabe cerrar los ojos dormir el aire no los ojos
la ola alcanza los ojos
duermen junto al río la cabellera
sin peligro de naufragio en los ojos
calma tardanza el cielo
o los ojos
fuego fuego fuego fuego
en el cielo cielo fuego cielo
cómo rueda el silencio
por sobre el cielo el fuego el amor el silencio
qué suplicio baña la frente el silencio
detrás de la ausencia mirabas sin fuego
es ausencia noche
pero los ojos el fuego
caricia estás los ojos la boca
el fuego nace en los ojos
el amor nace en los ojos el cielo el fuego
el fuego el amor el silencio
Emilio Adolfo Westphalen.
Las ínsulas extrañas, 1933.
Un árbol se eleva hasta
Un árbol que se eleva hasta el extremo de los cielos que lo cobijan
Golpea con dispersa voz
El árbol contra el cielo contra el árbol
Es la lluvia encerrada en tan poco de espacio
Golpea contra el ánima
Golpea con las ramas la voz el dolor
No hagas tal fuerza por que te oigan
Yo te cedo mis dedos mis ramas
Así podrás raspar arañar gritar y no solamente llorar
Golpear con la voz
Pero tal levedad me hiere
Me desola
No te creía de tal ánimo
Y que no cabes en el espacio
Cómo golpea el árbol al árbol el árbol
Agua
Y navegan los rojos galeones por la gota de agua
En la gota de agua zozobran
Acaso golpea el tiempo
Otra gota
Agua
La garganta de fuego agua agua
Matado por el fuego
La llamarada gigantesca
Maravilloso final
Muerto sin agua en el fuego
La mano arañaba el fuego
La mano
Y nada más que sangre agua
No sangre fuego último fuego
Definitivo fuego
Las gotas cuentan otra cosa
Nadie cuenta las gotas
Las lágrimas son de más perfecta forma
Su música más suave apagada
El rostro de una niña alumbra una lágrima con su luz suave apagada
La lluvia llora en todo el espacio
Anega el alma su música
Golpea otra ánima sus hojas
Las gotas
Las ramas
Llora el agua
El tiempo se cuenta con las gotas el tiempo
La música dibuja el cielo
Camina sobre el agua la música
Golpea
El agua
Ya no tengo alma ya no tengo ramas ya no tengo agua
Otra gota
Sí
Aunque me ahogue
Ya no tengo alma
En la gota se ahogaron los valientes caballeros
Las hermosas damas
Los valientes cielos
Las hermosas almas
La música da traspiés
Nada salva al cielo o al alma
Nada salva la música la lluvia
Ya sabía que más allá del cielo de la música de la lluvia
Ya
Crecen las ramas
Más allá
Crecen las damas
Las gotas ya saben caminar
Golpean
Ya saben hablar
Las gotas
El alma agua hablar agua caminar gotas damas ramas agua
Otra música alba de agua canta música agua de alba
Otra gota otra hoja
Crece el árbol
Otra hoja
Ya no cabe el alma en el árbol en el agua
Ya no cabe el agua en el alma en el cielo en el canto en el agua
Otra alma
Y nada de alma
Hojas gotas ramas almas
Agua agua agua agua
Matado por el agua
Emilio Adolfo Westphalen.
Las ínsulas extrañas, 1933.
Una cabeza humana viene
Una cabeza humana viene lenta desde el olvido
Tenso se detiene el aire
Vienen lentas sus miradas
Un lirio trae la noche a cuestas
Cómo pesa el olvido
La noche es extensa
El lirio una cabeza humana que sabe el amor
Más débil no es sino la sombra
Los ojos no niegan
El lirio es alto de antigua angustia
Sonrisa de antigua angustia
Con dispar siniestro con impar
Tus labios saben dibujar una estrella sin equívoco
He vuelto de esa atareada estancia y de una temorosa
Tú no tienes temor
Eres alta de varias angustias
Casi llega al amor tu brazo extendido
Yo tengo una guitarra con sueño de varios siglos
Dolor de manos
Notas truncas que se callaban podían dar al mundo lo que faltaba
Mi mano se alza más bajo
Coge la última estrella de tu paso y tu silencio
Nada igualaba tu presencia como un silencio olvidado en tu cabellera
Si hablabas nacía otro silencio
Si callabas el cielo contestaba
Me he hecho recuerdo de hombre para oírte
Recuerdo de muchos hombres
Presencia de fuego para oírte
Detenida la carretera
Atravesados los cuerpos y disminuidos
Pero estás en la gloria de la eterna noche
La lluvia crecía hasta tus labios
No me dices en cuál cielo tiene tu morada
En cuál olvido tu cabeza humana
En cual amor mi amor de varios siglos
Cuento la noche
Esta vez tus labios se iban con la música
Otra vez la música olvidó los labios
Oye si me esperaras detrás de ese tiempo
Cuando no huyen los lirios
Ni pesa el cuerpo de una muchacha sobre el relente de las horas
Ya me duele tu fatiga de no querer volver
Tú sabias que te iba a ocultar el silencio el temor el tiempo tu cuerpo
Ya no encuentro tu recuerdo
Otra noche sube por tu silencio
Nada para los ojos
Nada para las manos
Nada para el dolor
Nada para el amor
Por qué te había de ocultar el silencio
Por qué te habían de perder mis manos y mis ojos
Por qué te habían de perder mi amor y mi amor
Otra noche baja por tu silencio
Emilio Adolfo Westphalen.
Las ínsulas extrañas, 1933.
No es válida esta sombra
No es válida esta sombra
despertad pequeños ríos:
cuando yo os llevaba en los brazos
y mirabais con ojos más puros
me he dado contra mi cuerpo
qué dura sombra
mi garra no te alcanza
en esta ausencia quien me ha mordido
llevo un siglo bajo la sombra
la noche crece y nadie creía que creciera tanto
nadie oye estos golpes pregunto fuera
tan hondo como la mina tan hondo como mi cuerpo
resuena tan fuerte el silencio
tan tristes estas lágrimas que no han de cruzarse nunca
me levantaba o es que caía más sombra
quien creyera que tanta noche encerraran tus ojos
me ha ahogado esa hondura negrura
recuerdo un hombre que daba sus pasos
miraba y había cosas
pero
cosas o eran cosas o eran
no recuerdo
un hombre miraba
si pudiera partir en dos este sueño
una parte para el dolor
otra para encontrar
aunque fuera una imagen difuminada borrada
de hombre que supiera algo más que dar unos pasos
que mirar algo que se aleja tanto de ser un árbol
como un pensamiento que regresa de ser un pensamiento
se despega una nada tras otra
crece una nada sobre nada
y había ríos que se iban en vueltas y derechas
y había árboles con algo más que ramas y algunas hojas
el sol no hacía en vano su camino
y tantas risas me dijeron que la luz también nace de sonidos
entrechocados
pero como has vomitado ese mundo
y ahora si vas a la deriva o si no derivas
nada alcanzas y una sombra llama a otra
uno masca nada suena
masca sombra con sombra da golpes
me habré perdido en mi cuerpo
acaso las tinieblas hablan de puntillas
y tú vas en su seno
toda la noche eran unos puntos inmensos
o eran ojos, o eran noches sin estrellas que me subían
apagaban las madrugadas
me deslumbra esta noche
la muerte que mira con los ojos de los vivos
los muertos que hablan con los loros de los vivos
cuidado no despierten no duerman cuidado
Emilio Adolfo Westphalen.
Las ínsulas extrañas, 1933.
No te has fijado
No te has fijado qué despacio habla el rocío
Para darte los buenos días
Qué pasito las nubes se llevan los días
Que de un verano a otro verano
Enarcaban semanas por donde mirabas
La justeza irradiada de goces innombrables
El sentir cuánta lentitud
No sé si era entonces o cuando cayeron
De la vid un sombrero y un acordeón
Los frutos más maduros del otoño
No te recordaré tampoco diciéndome
Esta vez me has traído un ramo de coliflores
Aquel gorrión que picaba tu nariz de mármol
La pobre primavera que siempre debe estar alegre
Como tú no lo estás sino al abrirse el día
Después te recoges tocando otras músicas
O al fin te abres con la noche en el regazo
Como una niña pequeñita llorando
Iba a contar una historia de semanas
Nosotros no creíamos que se cerraran con un día
Porque así principiaron
Había algunas noches que se caían de sueño
Habiendo durado varios días sin descanso
Te reías con tu capricho
No me vayas a hacer repicar tantas campanas
Te decía
Y después encontrar las flores alborotadas
Con el moño de través acusándome
Del asesinato de sus tiernos maridos
Tú te reías con más capricho
Debía subir tal un lagarto las peñas
Bajar en paracaídas a las estaciones submarinas
Volver cargado de lunas de peinetas
El primer gramófono y otras flores marinas
Después de escuchar una lección del filósofo
Vimos una semana que llegaba
Tú me mostrabas los ojos
Ahora estoy pensando cuándo pudo terminar esa semana
O si no terminó nunca y sólo se quedaba en principio
Y así no más moría
No acierto a poner las horas en su sitio
Siempre me engañas dándome el beso de las tres
A las doce y varias veces repetidas
El punto de la i sobre la o
No creía de tu bondad que posaras la mano
Sobre la piel del elefante
Me deslumbra esa mezcla
De sí y de no que es tu mano sobre el elefante
Con una sombrilla de aves y más leve
Niña vamos que ya es hora
Que de nuevo principiemos
A ti te toca ver si las estrellas han tenido
Tranquilo el sueño coronar la luna
De una guirnalda de relojes
A mí arrastrarme por campanillas de serpiente
Las que hacen juego
Con tu cabellera de ahora
Algo parecida a la noche pero
Más oscura
Como se parecía la de ayer en algo al día
Aunque más clara y con más soles para alumbrarme
Las olas se tendieron a tus pies
Es su costumbre y tu mano
Les da el cariño que ellas ansiaron
Cuando se alzaban y al cielo lo pedían
Naufragaban del viento clamaban
Renacían contra los barcos entrechocaban
Sin descanso las aves negaban existiera
Por conveniencia propia
Azuzadas por los peces desgreñadas
Y con tanta fe
Tal vez que en nadie mayor se diera
Sino en mí que he sabido llegar
Sobre zancos atravesando ríos y lagunas
Algunas de esmeralda de lava otras
Puedes estar segura de haberme visto
Doblar sin esfuerzo los cabos alternados
Árboles mayores de edad encinas y paraguas
Ya estoy más tranquilo cuando me hablas
Un río baja por donde otro sube
Tú misma te vas para tú misma volver
Quedándome sospechando
Si es cierto que te fuiste o que regresaste
Una madrugada dorada daba a la comba
Saltando tú montes y espesuras
Collados desiertos mares horizontes
Crecían en cada vuelta
Aparecías luego chiquitita
Y tu voz vaciada en dedales alcanzaba a llenar un mar
Toda una legión de poetas barbones
Orillaba el desierto buscando una lágrima
Que dejaste caer por descuido
Los árboles aplaudían
Al estrenar tú una sonrisa que repicaba como las flores
Oh una gran fiesta
Los canguros de etiqueta iniciaban el desfile
Iba a contar todo de semanas y semanas
No sé cómo comenzar
Si es posible comenzar
Tú recuerdas que después de los canguros
Dejaste correr una liebre y nunca terminaba
El viaje de pestaña a pestaña
Algo parecido te quería yo decir
Pero siempre se enreda y entre lo que ya dijimos
Esto ha sucedido y lo que debe marcarse
Cuando los relojes adelanten un siglo
No hay un hilo para separarlos
Y colocarlos donde sea que debieran estarse
Así mi corazón a veces salta como un sapo
Se está otras quieto mirando la estrella
Aunque más a menudo
Sigue tus huellas recostado en tanta ternura
Se infla más grande
Tú has visto cómo guiña los ojos
Esto es nada comparado con sus otras destrezas
El arte con que sabe el día
O camina a la pata coja
Pero todo está tan exactamente donde lo habías dejado
Que no hay para qué moverlo
Si además por sí solo se mueve
Niña estás contenta
Emilio Adolfo Westphalen.
Las ínsulas extrañas, 1933.
Viniste a posarte
Viniste a posarte sobre una hoja de mi cuerpo
Gota dulce y pesada como el sol sobre nuestras vidas
Trajiste olor de madera y ternura de tallo inclinándose
Y alto velamen de mar recogiéndose en tu mirada
Trajiste paso leve de alba al irse
Y escandido incienso de arboledas tremoladas en tus manos
Bajaste de brisa en brisa como una ola asciende los días
Y al fin eras el quedado manantial rodando las flores
O las playas encaminándose a una querella sin motivo
Por decir si tu mano estuvo armoniosa en el tiempo
O si tu corazón era fruta de árbol o de ternura
O el estruendo callado del surtidor
O la voz baja de dicha negándose y afirmándose
En cada diástole y sístole de permanencia y negación
Viniste a posarte sobre mi copa
Roja estrella y gorgorito completo
Viniste a posarte como la noche llama a las creaturas
O como el brazo termina su círculo y abarca el horario completo
O como la tempestad retira los velos de su frente
Para mirar el mundo y no equivocar sus renos
Al levantar los muros y cerrar las cuevas
Has venido y no se me alcanza qué justeza equivocas
Para estarte sin levedad de huida y gravitación de planeta
Orlado de madreselvas en la astrología infantil
Para estarte como la rosa hundida en los mares
O el barco anclado en nuestra conciencia
Para estarte sin dar el alto a los minutos subiendo las jarcias
Y cayéndose siempre antes de tocar el timbre que llama a la
muerte
Para estarte sitiada entre son de harpa y río de escaramuza
Entre serpiente de aura y romero de edades
Entre lengua de solsticio y labios de tardada morosidad
acariciando
Has venido como la muerte ha de llegar a nuestros labios
Con la gozosa transparencia de los días sin fanal
De los conciertos de hojas de otoño y aves de verano
Con el contento de decir he llegado
Que se ve en la primavera al poner sus primeras manos sobre
las cosas
Y anudar la cabellera de las ciudades
Y dar vía libre a las aguas y canto libre a las bocas
De la muchacha al levantarse y del campo al recogerse
Has venido pesada como el rocío sobre las flores del jarrón
Has venido para borrar tu venida
Estandarte de siglos clavado en nuestro pecho
Has venido nariz de mármol
Has venido ojos de diamante
Has venido labios de oro
Emilio Adolfo Westphalen.
Abolición de la muerte, 1935.
Mundo mágico
Tengo que darles una noticia negra y definitiva
Todos ustedes se están muriendo
Los muertos la muerte de ojos blancos las muchachas de ojos rojos
Volviéndose jóvenes las muchachas las madres todos mis amorcitos
Yo escribía
Dije amorcitos
Digo que escribía una carta
Una carta una carta infame
Pero dije amorcitos
Estoy escribiendo una carta
Otra será escrita mañana
Mañana estarán ustedes muertos
La carta intacta la carta infame también está muerta
Escribo siempre y no olvidaré tus ojos rojos
Es todo lo que puedo prometer
Tus ojos inmóviles tus ojos rojos
Es todo lo que puedo prometer
Cuando fui a verte tenía un lápiz y escribí sobre tu puerta
Esta es la casa de las mujeres que se están muriendo
Las mujeres de ojos inmóviles las muchachas de ojos rojos
Mi lápiz era enano y escribía lo que yo quería
Mi lápiz enano mi querido lápiz de ojos blancos
Pero una vez lo llamé el peor lápiz que nunca tuve
No oyó lo que dije no se enteró
Sólo tenía ojos blancos
Luego besé sus ojos blancos y él se convirtió en ella
Y la desposé por sus ojos blancos y tuvimos muchos hijos
Mis hijos o sus hijos
Cada uno tiene un periódico para leer
Los periódicos de la muerte que están muertos
Sólo que ellos no saben leer
No tienen ojos ni rojos ni inmóviles ni blancos
Siempre estoy escribiendo y digo que todos ustedes se están muriendo
Pero ella es el desasosiego y no tiene ojos rojos
Ojos rojos ojos inmóviles
Bah no la quiero
Emilio Adolfo Westphalen.
Belleza de una espada clavada en la lengua, 1986.