Palabras urgentes es el primer manifiesto del movimiento Hora Zero. Un documento escrito por unos jóvenes Juan Ramírez Ruiz y Jorge Pimentel, que con sus palabras marcaban una nueva era para la literatura peruana.
Introducción
Inicios de los años 70. En Perú, en Lima, en la Universidad Federico Villarreal; un par de jóvenes recién ingresados a la carrera de Educación, revisan en una vitrina sus notas del curso Introducción a la Historia Universal; las revisan, empiezan a hablar—a ambos les interesa la literatura—, se hacen amigos y deciden buscar un café.
Este par de jóvenes eran Juan Ramírez Ruiz y Jorge Pimentel, y no se imaginaban en ese momento que fundarían un movimiento que haría historia en la literatura peruana: Hora Zero.
Una vida dedicada a la literatura
Palabras Urgentes es el primer manifiesto de este grupo de jóvenes desencantados con la poesía producida —en ese momento— en el país. Su propuesta era la de una literatura más cercana a la vida y una vida dedicada a la literatura.
«No se puede hacer poesía en este tiempo sin poseer una nueva responsabilidad frente a la creación, porque el estudio es inevitable, intenso y serio. Creemos también que el acto creador exige una inmolación de todos los días, porque definitivamente ha terminado la poesía como ocupación o jobi de días domingos y feriados, o el libro para completar el curriculum.»
Palabras urgentes
La voz de una generación
Publicado en el primer número de la revista Hora Zero y también en el libro Un par de vueltas a la realidad de Juan Ramírez Ruiz. Este manifiesto generó grandes discusiones entre los escritores de la época, ya que practicamente decía que, con excepción de César Vallejo y un par de nombres, todo la poesía producida en Perú no era digna de comentar.
A pesar de las polémicas, Palabras urgentes se convirtió en el documento que definiría a un nuevo grupo de poetas, que tuvieron como integrantes a escritores como Enrique Verástegui, Carmen Ollé, Ángel Garrido, Eloy Jauregui, Tulio Mora, Roger Santiváñez, Jorge Pimentel, Juan Ramírez Ruiz y muchos otros escritores de todas partes del país, llegando a tener aliados internacionales, con una sola misión, comentada en su manifiesto: se nos ha entregado una catástrofe para poetizarla.
Palabras urgentes (1970)
En esta época llena de desfallecimientos y omisiones la toma de situación y de conciencia es ineludible. Y esto se edita a consecuencia de la necesidad de manifestarnos como hombres libres y como escritores con una nueva responsabilidad, con una nueva actitud ante el acto creador, ante los hechos derivados de una realidad con la que no estamos de acuerdo.
HORA ZERO quiere significar este punto crucial y culminante que vivimos. Y es también un punto de partida. Desde aquí empezamos a deslindar las situaciones literario-políticas del país.
Hemos nacido en el Perú, país latinoamericano, subdesarrollado, hemos encontrado ágiles ruinas, valores enclenques, una incertidumbre fabulosa y la mierda extendiéndose vertiginosamente.
De un lado los jaleos políticos, domésticos, con sus líderes torpes e ignorantes y de otro lado la sucia y poderosa mano del imperialismo norteamericano manejando a estos y desquiciando la voluntad de un pueblo.
Todo aquello ha hecho la hora irrespirable, ha sofocado a muchos hombres, ha hecho cómplices a otros de muertes innecesarias. Y ha convertido a este lugar en un país de culpables. Se nos ha entregado mucho para construir, pero la medida de nuestra construcción está dada por la cantidad de escombros que podamos aniquilar.
Ante esto, compartimos plenamente los postulados del marxismo-leninismo, celebramos la revolución cubana. Estamos atentos a lo que este está haciendo en el país.
Queremos cambios profundos, conscientes de que todo lo que viene es irreversible porque el curso de la historia es incontenible y América Latina y los países del tercer mundo se encaminan hacia su total liberación.
Que se cojan entonces las segadoras, que se limpien los escombros.
De otra parte en lo que respecta a la otra labor que nos corresponde, fundamentalmente nos preocupa lo que le ocurre a un hombre solo y las cosas que le ocurren a todos los hombres juntos.
Creemos impostergable el deber de expresar las circunstancias presentes sin contemplaciones, porque es hermosa y ardua la tarea que abarca ser sincero con uno mismo. Siempre ha sido fácil establecerse en lo que hoy está hecho, en plan de observador indiferente que se omite. Pero ahora es preciso propiciar los hechos participando en su realización.
Debemos decir que la crítica en el Perú y en la mayoría de países latinoamericanos está ejercida por escritores fracasados en otros géneros, y si a esto se añade una ignorancia descomunal, el resultado de estas contingencias suele ser espantoso. Se ejercita el silenciamiento, la confusión, la venganza política, la degradación perversa.
Todo esto convierte a gran parte de la crítica malévola y apoteósicamente irresponsable. Pero tal cosa no nos preocupa básicamente.
La poesía en el Perú después de Vallejo sólo ha sido un hábil remedo, trasplante de otras literaturas. Sin embargo es necesario decir que en muchos casos los viejos poetas acompañaron la danza de los monigotes ocasionales, escribiendo literatura de toda laya para el consumo de una espantosa clientela de cretinos.
Sabiendo todo esto —y ya es necesario que alguien lo diga— es posible entender la deserción por parte de varios poetas de la generación del 50 (W. Delgado, Eielson, etc., etc.) y del 60, como los jóvenes que llenan los cafés de Lima o inflan la burocracia. Y también explicarse la opinión de otros, que sostienen que la poesía no cumple ningún papel en el cambio: Sologuren, A. Cisneros, etc., etc. Y es además entendible la estúpida posición de F. Bendezú y otros, quienes se esconden detrás de la denominación de poetas líricos e inefables. A estas alturas!
De otro lado (y ya es necesario que alguien lo diga) es posible el surgimiento de formas poéticas incipientes, débiles o arcaicas de gente como: Corcuera, Orrillo, Lauer, Naranjo, Calvo, Ortega, Martos, P. Guevara, Valcárcel, Rose, Scorza, Bendezú, Romualdo, etc., etc. Y aún hay otros, como Manuel Velásquez, hombre lúcido, aniquilados quizá para siempre por una burocracia monstruosa.
Todo esto nos lleva a una conclusión: ellos no escribieron nada auténtico, no emprendieron ninguna investigación, no descubrieron ni renovaron nada. No hubo creación.
La poesía mal denominada social fue practicada hasta la fatiga por una ruma de histéricos insustanciales, perdidos en gritos inconsecuentes, y negada totalmente por sus formas de vida, influenciados por Blas de Otero, Rafael Alberti y los poetas de la guerra civil española, influenciados éstos a su vez por Vallejo. Se produce aquí la vuelta a América del poeta de Poemas Humanos, mal digerido, mal imitado a través de esa masa de irresponsables.
Martín Adán, su tenaz hermetismo y su vuelta a las formas clásicas no tiene ninguna justificación histórica, ni tampoco se ajusta a estos tiempos ni a esta realidad la manera como trata los elementos con que labora su poesía.
Belli siguiendo intermitentemente en un círculo formal, sólo ha encontrado un esquema al que retorna infatigablemente. Sin embargo no hay tampoco ninguna justificación histórica para su retorno a las fuentes españolas de siglos pretéritos cercanos al siglo de oro.
Heraud entregó convincentes muestras de un talento en pleno despegue. Un creador auténtico detenido por la violencia irracional e injusta del sistema.
Nuestra respuesta ante esto es afirmar que sólo una gran poesía, una poesía que no invite a la conciliación ni a pacto con las fuerzas negativas, una creación absoluta, contrarrestará la debacle de la poesía peruana contemporánea.
Actualmente un solo poema auténtico se trae abajo un libro o la obra de poeta vivo o muerto.
Y es aquí donde los nuevos clásicos nacerán. Aquí en los países sudamericanos.
Nuestra sólida respuesta a las omisiones y a la farsa es afirmar que la literatura, en especial la poesía, consolida la posibilidad de comunicación entre los hombres y fundamentalmente en estas épocas su papel más honesto y más responsable es proponer, esclarecer y “Dinfundir la fuerza y la alegría”.
Todas aquellas generaciones bastardas han encontrado este panorama que hoy hallamos y con su silencio, su cobardía y su reverenda flojera para la investigación o el estudio les ayudó para que nada cambiara. Sólo se hizo el leve intento de escribir poesía efectista a consecuencia de masturbaciones mentales, de lucubraciones, de gritos histéricos o cosquillas para contentar a los burgueses al momento de la digestión.
Los nuevos (tuertos entre ciegos) que hoy forman parte de los viejos nos han entregado lo siguiente:
Hinostroza un vasto muestrario de sus influencias, de sus hábiles jugadas de mano. Aún así Consejero del lobo, su libro primigenio, anuncia la posibilidad de una voz importante.
Carlos Henderson sólo ha logrado un hallazgo: «Los días hostiles». Es otra posibilidad en medio de la debacle.
Lauer y Cisneros perdidos en el círculo de la problemática burguesa, oscilando dentro de un intelectualismo helado y estéril. Y otros “jóvenes” dentro de pueriles rezagos románticos o los propósitos de atrapar la realidad a partir de una experiencia personal, dejando de lado la experiencia de clase que hoy pospone a ese remanido movimiento de muchos años.
Frente a esto nosotros proponemos una poesía viviente. No queremos que escape nada a nuestro trayecto de hombres momentáneos en la vida. Todo lo que late y se agita tiene derecho al rastro. No queremos que se pierda nada de lo vivo. Proponemos una poesía “fresca”, que se enfrente con nosotros.
Y además para la labor poética proponemos orgías de trabajo. No se puede hacer poesía en este tiempo sin poseer una nueva responsabilidad frente a la creación, porque el estudio es inevitable, intenso y serio. Creemos también que el acto creador exige una inmolación de todos los días, porque definitivamente ha terminado la poesía como ocupación o jobi de días domingos y feriados, o el libro para completar el curriculum. Definitivamente terminaron también los poetas místicos, bohemios, inocentones, engreídos, locos o cojudos.
A todos ellos les decimos que el poeta defeca y tiene que comer para escribir.
Necesario es, pues, dejar las nubes en su sitio. Si somos iracundos es porque esto tiene dimensión de tragedia. A nosotros se nos ha entregado una catástrofe para poetizarla. Se nos ha dado esta coyuntura para culminar una etapa lamentable y para inaugurar otra más justa, más luminosa.
Y somos jóvenes, pero tenemos los testículos y la lucidez que no tuvieron los viejos. Tenemos también un poderoso deseo de permanecer libres, con una libertad sin alternativas, que no vacile en ir más allá, para que esto siga siendo lo que es: un solitario y franco proceso de ruptura.
Más de Hora Zero
El movimiento Hora Zero tuvo su mayor periodo de creación colectiva durante los años 70s y 80s. Teniendo entre los libros más recordados del grupo Un par de vueltas por la realidad, de Juan Ramírez Ruiz; En los extramuros del mundo, de Enrique Verástegui; Ave Soul, de Jorge Pimentel; Noches de adrenalina, de Carmen Ollé y Cementerio general, de Tulio Mora.
Aunque es usual relacionar al grupo con unos cuántos nombres, cabe mencionar que los integrantes eran decenas de escritores de todas partes del Perú, y también de otros países. Predominaba la poesía, pero había narradores y artistas plásticos.
Entre los poetas podemos encontrar —además de los mencionados anteriormente— a Jorge Nájar, Mario Luna, Julio Polar, José Carlos Rodriguez, José Cerna, José Díez, Eloy Jáuregui, César Gamarra, Ricardo Paredes Vassallo, Ángel Garrido, Bernardo Rafael Álvarez, Ruben Urbizagástegui, Roger Santibáñez, Dalmacia Ruiz Rosas, Miguel Burga, Yulino Dávila, Ricardo Oré, Issac Rupay, Elías Durand, Alberto Colán, Mateo Morales, Feliciano Mejía, Sergio Castillo, Bernardo Rafael Álvarez, Miguel Silvestre, Abel Herrera, Óscar Orellana.
Entre los narradores de Hora Zero se encuentran Maynor Freyre y Alejandro Sánchez Aizcorbe. Eloy Jáuregui y Miguel Burga también escriben narrativa.
Y en las artes plásticas Carlos Ostolaza, Oswaldo Higuchi y Alberto Escalante.
Infrarrealismo y Hora Zero
Años después de la creación de Hora Zero, en México se formó un movimiento poético que compartía las mismas ideas sobre la literatura. Este movimiento se llamó el Movimiento Infrarrealista, y tenía como integrantes a los escritores Roberto Bolaño, Mario Santiago Papasquiaro, José Vicente Anaya, José Rosas Ribeyro (de Perú), Rubén Medina, Ramón Méndez Estrada, entre otros.
Los integrantes Infrarrealistas y Hora Zero compartieron amistad y lecturas. Incluso compartieron la famosa antología Muchachos desnudos bajo el aroiris de fuego, editada por Bolaño y que antologaba a miembros de ambos grupos. Años depués saldría una nueva antología llamada Hora Zero—Infrarrealismo: la última vanguardia.
«(…) El filósofo de Mario [Santiago] era Nietzsche, el mío Pascal. Pero en otros puntos nuestro acuerdo era completo, (…). Uno de esos puntos era Hora Zero y Pimentel, al que pronto se agregaría Ramírez Ruiz, a quien Mario leyó con mucho más cuidado que yo, y Nájar, Cerna, Tulio Mora y Verástegui. En general estábamos de acuerdo en que la joven poesía peruana era de lejos la mejor que se hacía en Latinoamérica en aquel momento, y cuando fundamos el infrarrealismo lo hicimos pensando no poco en Hora Zero, del cual nos sentíamos arte y parte. (…)».
Roberto Bolaño
Hora Zero en Los detectives salvajes
Roberto Bolaño también hace referencia a escritores de Hora Zero en su libro Los detectives salvajes. Iniciando el libro, el personaje García Madero se une a un movimiento de poetas llamados \’realvisceralistas\’. Un grupo con claras alusiones al movimiento Hora Zero y el Infrarrealismo.
El poema más famoso de Roberto Bolaño: Los perros románticos, está dedicado al grupo Hora Zero, a quienes llamaba de esa forma.
Legado y homenajes
La influencia de Hora Zero en las generaciones posteriores es notoria, con grupos que de alguna manera siguieron su ética o estética como Kloaka y Neón.
En el libro Poesía Peruana del Siglo XX, editado por Ricardo Gonzáles Vigil, el crítico comenta.
con gran poder de convocatoria en diversas ciudades del país y con ramificaciones internacionales, [Hora Zero] se yergue como el movimiento poético más importante que haya tenido la literatura peruana.
Actualmente en Perú, los integrantes de Hora Zero han recibido después de muchos años el reconocimiento que siempre merecieron tener, y se han realizado homenajes al grupo o a sus integrantes en diversas universidades y festivales de literatura.